14 de julio de 2006

Utopías prejuiciosas

Qué pasaría si un día Otegui se levantara y fuera hijo de un guardia civil asesinado por ETA: si Acebes, Aznar, Rajoy fueran padres de presos dispersos y lejos de sus familias: si los palestinos fueran israelitas y los judíos despertaran como palestinos asediados por israelíes que antes eran palestinos: si un hombre rico, de un barrio pudiente, se levantara en una cama en un piso de 55 m2 compartido por 10 personas más, que trabajara en la construcción y además fuera polaco y no hablara español.

Si yo misma, ese mismo día, me levantara rubia y con mechas, pechos, labios y cara mejorada con cirugía y botox, el armario lleno de ropa cara y de marcas impronunciables pero llenas de glamour, con pensamientos que nunca han ocupado el mínimo tiempo en mi cabeza.

Si un obrero se transformara de manera inmediata en empresario, si un empresario fuera obrero, si un maltratador fuera mujer maltratada, si una victima ladrón; si amaneciera el hombre mujer, y la mujer hombre, si el homófobo fuera homosexual, el negro amaneciera europeo blanco y el europeo fuera negro, africano y mujer.

¿Qué pasaría si todo el mundo se transformara, por arte de la magia o de un Big Ban no mortal, en lo que tanto desconoce, odia y/o teme?

Si ocurriera todo esto en un mismo instante, en la misma mañana, el mundo como lo conocemos, el género humano, acabaría con su existencia en un suicidio general, o explotaría y su efecto sería como el cataclismo en el que se extinguieron los dinosaurios.

O sería una transformación, un cambio total. Nacería un hombre nuevo, se crearía el siguiente eslabón de la evolución y pasaríamos del “Homo Sapiens” (informáticus, individualis, primericusego, etc.) al “Homo Cojonudum”.

Se nos alargaría el cráneo, los ojos serían enormes almendras de color negro, pequeña boca, cuerpo casi transparente, extremidades largas… Si, nos convertiríamos en esos alienígenas de buen rollo que vemos en las películas americanas, seríamos seres humanos que se respetan y quieren.

El título ya lo dice, esto es una utopía llena de prejuicios, pero… dejadme soñar…

1 comentario:

Tamara dijo...

No son prejuicios, Merche querida, son reflexiones inteligentes. Qué somos y en qué nos convertimos es sólo cuestión de azar...¿o no? Pero si cerramos los ojos y dejamos que transcurra un extenso segundo tras el cual volvemos a abrirlos para ser el de enfrente, se nos desorienta la rabia y despedaza el azar.
Claro que esto requiere un esfuerzo que pocas personas están dispuestas a asumir. De ahí lo utópico de tu título, pero los prejuicios no están en quienes como tú, Mer, hacéis el esfuerzo por plantearos este rato de reflexión y este ejercicio de por vida.
Me ha encantado este artículo. Un placer leerte.