16 de septiembre de 2006

Teorías

¿Dónde está el límite entre la locura por amor y la soberana gilipollez?
En el nivel de ceguera de uno y en el grado de cobardía del otro. En el olvido de la dignidad o la pérdida del yo egoísta. En la necesidad de respuesta, en un simulado desinterés, en un horror a la franqueza.

¿Quién o qué es el que te indica cuándo has pasado hacia ese error, hacia ese grado de estupidez transitoria?
Puede que la repentina valentía del otro, una sinceridad arrolladora y cruel pero balsámica. Puede que una sensación de ridículo semejante a estar desnudo en el metro. Puede que una maldita sustancia química –la feniletilamina- que, como todo en su momento, deja de cumplir su función ( P
ínchese aquí para poder leer un artículo sobre la química del amor).
¿Cuándo se da uno cuenta que se ha rebasado la línea, cuándo recuperas tu alma equivocada? En este caso no tengo respuestas. Debería haber una guía donde, respondiendo a un sencillo test pudieras saber si:
a) Estás viviendo una bonita historia de amor, honrada, pasional, correspondida donde caben locuras de amor.
b) Vives el amor de una manera cabal que solo dan los años de convivencia.
c) Estas rebasando la línea, estas siendo un soberano gilipollas.

En las dos primeras opciones entrarían unos cuantos, es la verdad, y la suerte que tienen, pero en la tercera opción hay lugar para muchos, muchos, muchos…

Seguro que caben muchas más posibilidades, no en vano la pareja está formada por más de uno y eso multiplica los posibles resultados y opciones por 1.000.

Si la mujer, en su sencilla complejidad, abre un mundo de opciones, el hombre, en su sencillez sin vueltas, las multiplica exponencialmente. Y eso poniéndole género a la cosa. Imagino que se puede generalizar (con talante, eso sí) a todo tipo de parejas en la que uno de ellos se plantea un mundo repleto de grises y de matices coloristas y el otro no es que tenga dos colores sino que no le da la más mínima importancia al tema.

Mi teoría de las relaciones, sus características y velocidades. Entre dos es difícil mantener una igualdad de criterio y de ahí lo complicado de la convivencia y del amor. Y esto no es que sea complicado, sino que es imposible cuando uno tiene una velocidad y el otro solo una marcha: la huída.

Cuando te das cuenta de esto… ¡es cierto! Ahí es donde das el paso de locura de amor a soberana gilipollez. No se debe arrepentir uno de haber llegado hasta ahí, ni de haber dado ese paso, es el más decisivo, el más real, el que te hace tomar una decisión (endeble y sujeta a recaídas, eso sí) de recuperar tu yo egoísta y seguir tirando.

La huída del otro es un camino de no retorno pero también es una pérdida de momentos irrepetibles como los vividos por ese gilipollas transitorio. Solo se puede sentir por el huido Com-pasión*

¡Gilipollas solemnes, solemnes gilipollas del mundo, uníos! Ahora os sentís así pero, para llegar hasta aquí se han descubierto nuestras almas al mundo… claro que ahora hay que ir
recogiendo sus trocitos e ir pegándolos de a poco, pero ese trabajo habrá merecido la pena.

* Compasión: "saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor (...) es en la jerarquía de los sentimientos el sentimiento más elevado" (Definición de compasión tomada del libro de Milan Kundera "La insoportable levedad del ser" -libro del que recomiendo su lectura-)

1 comentario:

Tamara dijo...

¿Sabes qué, mi muy querida Merche?
Que dan ganas de sacar la mano a pasear con tanto memo que anda suelto...porque en algunos casos, los gilipollas no son los que sienten...si no los que rechazan. Conozco un caso en el que ésto se cumple a la perfección.
Enhorabuena por un texto tan lúcido y tan sincero. Sólo siento que el dolor traspase cada línea.
Muchos besos.