28 de agosto de 2006

Personaje del 40

Mujer de pelo azul con cara de “¿qué coño miras?”, y cómo no mirar así si tienes imagen de andrógina selenita. Tu cuerpo plano por todos los lados, un rectángulo en 3D alto y estrecho. Vistes una falda corta sujeta por los huesos puntiagudos de tus caderas, un top flojo donde no se adivina ninguna forma redondeada. Eres la mujer-arista que coge conmigo todos los días el 40.

Ahora que puedo mirar a mi antojo tu rostro, tu cabeza, tu pelo, me recuerdas a Felipe el amigo pesimista de Mafalda. En una tira cómica Mafalda para hacerle un retrato coloca un zapato de su padre y sobre él una zanahoria; ese es tu perfil, alargado que a partir de la nariz se proyecta hacia delante. Tienes un perfil Felipe-Quinesco.

El gesto de tu cara no puedo decir que sea amable, pero es que ninguno de los que veo, ni el mío propio, puede esbozar una sonrisa a estas horas de la mañana. Es como si estuviéramos enfadados con el mundo, como si todo a nuestro alrededor nos atacara. Tienes gesto huraño mi compañera de asiento, gesto adusto como el mío, en eso nos comprendemos.

Todos los días lees un panfletillo, un cuaderno del tamaño de una cuartilla, como esos de las instrucciones de los aparatos electrónicos. No tengo idea de qué se trata, pero lo tienes tan manoseado que las esquinas están redondeadas de tanto pasarlas, las hojas como cedidas y abombadas.

Tengo tanta curiosidad de saber de qué se trata como vergüenza y prudencia de preguntarte, así que seguiré dando a mi imaginación la oportunidad de jugar con la posibilidad. La que más gana es que se tratan de frases hechas en español e inglés u otro idioma. ¿Te vas de viaje y estás preparando tu lenguaje de bolsillo? Quizá trabajas en agosto en esa peluquería para poder ahorrar dinero e ir a algún sitio en temporada baja. ¿Te has comprado un home cinema y no sabes cómo se monta? No, demasiado obvio y ridículo. ¿Un examen de peluquería y en el texto te explican cómo aplicar bigudíes? Tampoco. Estúpido, lo sé.

¡Ay chica! En estos días he intentado acercarme disimuladamente para saber qué lees en esos papeles, miro por encima de tu hombro microsegundos mientras me acerco, me he colocado a tu lado pero me cuesta ser tan descarada. Esa sucesión de líneas me llama más la atención que tu pelo, tu cara, tu extremada delgadez, pero aún no he podido saberlo.

*-*

Hoy no te he visto y es que agosto termina y con él regresa todo el ejército humano que puebla esta ciudad... mi horario, mi lugar de trabajo, mis compañeros de viaje en el 40 cambiaron y puede que no te vea más.

Pero tengo la seguridad de que te reconoceré en cuanto te vea, mujer-arista, y si eso ocurriera y volvieras a tener entre tus manos ese panfleto misterioso, haría de tripas corazón para convertirme en una mujer cotilla, acercarme hacia tu rostro sin sonrisa y preguntar "Perdona que te aborde de esta manera pero no puedo seguir viviendo con este come-come interior... ¿qué es lo que lees?" descubrir tu cara de sorpresa y tus brazos extendiéndome esas cuartillas, sin tiempo a reaccionar y mandarme a tomar por donde no le da nunca el sol que es lo que, cuando te recuperes de la sorpresa, querrás hacer.

Por de pronto te has convertido en uno de mis personajes, con tu permiso o sin él, formas parte de mi propia literatura.

Gracias mujer-arista, nos vemos en el autobús un día de éstos. Tengo preparada para ti una pregunta que nunca haré y la promesa de una sonrisa al menos.

25 de agosto de 2006

Caballero Solera

Estraperlista, trovador, romántico
torturado por la Guardia Civil,
un hombre y ante todo un caballero

Mil y una vidas,
mirada de gato triste
rezo, virgen y sexo,
mujeres de antes y ahora
incomprendidas por su cabeza
de caballero andante.

El puro y el aroma seco,
rudo, caduco, entrañable.

Aparecen tras su puerta mujeres
amores furtivos, locos y bellos
que le traen lo bueno de la vida.

Lloros, lágrimas disfrazadas de carcajadas
“Si hay algo que la moleste, señorita,
usted perdone. Mi intención no es mala,
está usted con un caballero”

Sonrío y escucho.
Relata y revive.
Por un momento
es aquel golfo que sigue siendo
y sus ojos de gato triste
dibujan un lienzo de alegría.

Caballero andante con noble lucha
honor y honradez su escudo
puro y piropo trasnochado
sus armas resplandecientes.

Caballero Solera
de ochenta y dos inviernos
de 18 primaveras rememoradas.
Sobreviviente de su soledad acompañada.
Paladín de un mundo inexistente
del que él es el rey.

Revelaciones

Las Revelaciones son bofetadas
abismos claros y rotundos
aparecen como los amigos pesados
que de pesados no son amigos.
Vienen si, sin avisar
caen como losas
para destruir tu falsa ilusión.

No solo hay Revelaciones divinas
que también desmoronan por dentro
cuando descubres que Dios
no hace falta en tu vida.

No persigo esta Revelación
porque no me ayuda a vivir
quizá me servirá en mi último esfuerzo
y en ese momento dará igual sentir
que Dios es la gran falsa ilusión.

Hay Revelaciones diarias,
bofetadas más reales.
Cuando descubres el baúl
de las verdades que ocultaste.
Cuando ves al otro
donde realmente está.
Cuando escuchas y crees fielmente
las palabras que te dijo.
Cuando abres los ojos
y dejas de llorar.

Entonces, cara de sorpresa,
entonas el “he sido una imbécil”
y comienzas a construir
lo que de ti queda.

Otra Revelación aparece un buen día.
Tienes un saco de responsabilidades,
eres tu único soporte,
sin ti no tienes sentido,
estás solo frente al mundo
y tu mundo te pertenece.

Revelación abismal también
tambaleándote agarras tu vida
para controlarla y creas la nueva ilusión
de que te pertenece
En el futuro otra Revelación te hará ver
cuán equivocado estás.

La historia es una sucesión de Revelaciones
recurrentes en la mayoría de los casos
pero tus abismos son los más reales
y los que hacen que se te caigan
las gafas de no verte.

20 de agosto de 2006

Me bilbainizo...


Lo noto, va poseyéndome sin que pueda ni quiera evitarlo. Ya está aquí Marijaia y la semana más larga de Bilbao, ya está aquí la Aste Nagusi.

El espíritu de esta fiesta sube por mis pies dotándome de unas zapatillas, las más viejas y cutres ya que puede que no sobrevivan; va por mis pantorrillas hasta mi caderas y ya tengo puestos los vaqueros; llega hasta mi barbilla y visto una camiseta y el pañuelo azul está atado a mi cuello.

En mi mente se oye el ruido ensordecedor de músicas diferentes que te indican que acabas de pasar de una txozna a otra (pronúnciese “chosna”, son las casetas de las comparsas bilbaínas que surten de carburante líquido y sólido a la buena gente que se acoda como puede a su barra).

Diez días y noches de fiesta. Pero no solo es el vaivén de gente, la alegría, la bebida y la borrachera, los bocatas de chorizo a la sidra, los fuegos artificiales y las comparsas, las cuadrillas, el ambiente de fiesta, el olor a pis del Casco Viejo, los punkies sucios durmiendo en los parques, los chicos disfrazados de mujer (siempre hay alguno, digo yo que serán travestis frustrados que aprovechan las fiestas como excusa), los que se suben a los semáforos, los que intentan escalar el mástil de la ikurriña frente al Arriaga como si de una cucaña se tratara, el terminar hasta las orejas de kalimotxos… Es eso y más, es el bilbainismo que se respira por todos los lados.

En la televisión por ejemplo. El año pasado, por desgracia, estuve postrada por un "jodioesguince" y no pude disfrutar de las fiestas pero vi todos los programas que pude en las televisiones locales.

Los bilbainos en esta semana somos más bilbainos que nunca, somos los mejores, los que mejor fiestas hacemos, los más elegantes y chulos, los más amables y los mejores anfitriones, el resto de festividades a nuestro lado son fiestas de barrio y, permitidme esta licencia al menos hasta el 27 de agosto, es cierto. Bilbao es la capital del mundo, la mejor, la más divertida, alegre, sucia, mal oliente, la que mejor sabe divertirse…. ¡¡Bilbo forever!!

Ya está, ya llegó, ¡soy una bilbotarra de pro! No he podido resistirme mucho ¿verdad? Pero es que es algo tan fuerte… Es un caso inocente de locura transitoria, no os preocupéis.

En estas fechas no hay sitio para odios, malos rollos, políticas y estupideces varias. Bueno, siempre los hay que les da por escalar fachadas por quítame tu de ahí ese trapito, pero “iluminaos” hay en todo el mundo mundial, Bilbao en eso no se iba a escapar ¡No es tan perfecta!

Llevo años sin poder disfrutar de las fiestas y este año desde mi querido Madrid siento morriña, pero se que mis amigos disfrutarán por mi ¿verdad Charo? ¡¡¡Un bokata de txorizo y un patxaran con muchos, muchos hielos a mi salud!!!.

Gora Marijaia! Gora Aste Nagusia! ¡Viva Marijaia! ¡Viva la Semana Grande!

Una bilbo-enajenada.

Nota: Para que os “empapeis” de la historia y características de esta fiesta, podéis echar un vistazo a la página de las comparsas bilbaínas.

17 de agosto de 2006

Llueve

Agosto. Madrid desierto. Lluvia.

Algo increíble pero está ocurriendo en este preciso instante. Se han alineado los astros y tenemos lluvia en Madrid. Cae sobre calles semidesiertas, sin atascos, sin agobios, sin gente…

Esta ciudad me apasiona, me emociona y sigue sorprendiéndome…

¡Y yo aquí trabajando!

Ahora mismo saldría a mojarme, a calarme hasta los huesos, a que toda la contaminación de esta ciudad me tiñera la piel.

Me quedaré sentada con mi imaginación que siempre me hace tanta compañía y dejaré mis deseos de protagonista cinematográfica para este espacio de letras.

Madrid 17 de agosto a las 11:11

15 de agosto de 2006

Mi tierra... o no...



Honor, silencio, indiferencia, manifestación, provocación, errores, bandos, banderas, muertos, víctimas, verdugos, dejarlo estar, no perdón, no olvido, rencor, odio, diálogo, cuaderno nuevo, imposible, convivencia, país, tierra, cultura, hermano, vecino, amigo, mar, tierra, mesa, comida, música, ama, aita, abuelo, abuela, paz, iguales, diferencia, política, humor, txikito, pelota, toros, apuesta, botxo, pueblo, taberna, canción, fiesta, pañuelo, txosna, abierto, sonrisa, apretón, abrazo, “kagüen zotz”, marmitako, txoko, carcajada, marinela, sevillana, adopción, terruño, lejanía, importancia, relativo, mezcla, identidad, multiplicidad, avance, impureza, perfección, humildad, información, incredulidad, abertura, simplicidad, tu, yo, el otro, raíces, ramas, olores, monte, dolor, cárcel, muerte, pintadas, carteles, nombres y nombres, fotografía, crespones, fuego, imágenes, dureza, piedra, lucha, incomprensión, ataúd, aplauso, inocencia, culpa, socio, manos duras, txapela, desconfianza, lealtad, amistad, cuadrilla, fútbol, Athletic, leones, fanfarrón, pues, modernidad, titanio, Puppy, valles, montaña, risco, arte, color, expresión….

País Vasco, Euskadi, Bizkaia… es esto y mucho más. Si lo comparamos con otros lugares ¿descubrimos diferencias? Si las hay son nimias y/o estúpidas y no sirven de mucho. Euskadi es lo que le dejamos ser, soy yo y es el que no lo conoce, el que lo ama, el que lo critica y el que lo teme.

Siento un pequeño alivio en este momento complicado en el que vivimos. Deseo la paz, deseo la información y la capacidad de ver más allá del odio y el rencor por todas y cada una de las partes. Difícil, complicado y doloroso.

Ojalá, en un futuro no muy lejano, seamos un lugar más, donde la diferencia mayor sea nimia y/o estúpida y no tenga que ver con las armas y donde nadie tenga “toda la razón”.

Avance. Retroceso

Inmensidad del sueño
Deseo de lo desconocido
Avance hacia él
Llegada, ilusión, emoción
Desconcierto, conocimiento
Ya no es un sueño
como realidad, te decepciona.

¡Mierda! Otra vez debes mirar
y descubrir un nuevo horizonte
allá lejos, parece inalcanzable
pero sabes que es cuestión de tiempo.
Echa a andar, a conocer.

Ilusiónate
Prepárate para una nueva decepción
La decepción de la madurez.

¿Con 80 años se acabará tu horizonte?
¡Ni hablar! Con 80 años comenzarás
a desandar lo andado
para recuperar todas tus ilusiones
y prepararte para la utopía definitiva
de la que nadie regresa.

8 de agosto de 2006

Caricias

Caricias eternas que recorren la piel
Caricias invisibles pero intensas
Caricias de tu sonrisa y tu mirada
Caricias lejanas y tristes
Caricias, caricias, caricias

Cada poro del cuerpo pide una,
miles son las que le adeudo
Un poema me ayuda
a paliar el contacto de otra piel
Una canción reiterada,
una y otra vez me roza
Gota de agua salada
impertinente
recorre mi mejilla
Una caricia sin esperanzas
prometida y olvidada.

6 de agosto de 2006

Devaneos mentales (II)

Esta mañana he visto algo en el tren que me ha dado por pensar y reflexionar como solo a mi cabeza se le ocurre. En el vagón en el que estaba normalmente iríamos apiñados cachete con cachete y bolso con riñón pero hoy tenía la posibilidad de rascarme la nariz y de observar mejor, sin problemas.

En el espacio entre los grupos de asientos está de pié un chico alto, largo, delgado, con la cabeza chiquita. Lleva un traje de color beige que cualquier diseñador podría llamar “atardecer en Acapulco” o “marrón-kiwi en el tercer mes de maduración” pero que es un beige de toda la vida. Es lo de menos. El pantalón arrugado como si ya llevase un viaje de una hora o más sentado en otro tren, la chaqueta impoluta, ni una arruga, camisa color… en ese detalle no me fijé pero seguro que era blanca.

Tiene el pelo corto y negro, la cara alargada y delgada, ojos oscuros, mirada de hombre inquieto, nariz pequeña, normalita y debajo… una carrera de hormigas en pelotón y fila de a 1000.

Ahí mi apreciación total de esa persona cambió, lo reconozco. Son mis prejuicios a los bigotes, pero es que la cabeza de este chico pequeño en comparación del cuerpo cambia con ese bigote; se “arratona”, como si el pelo sobre el labio superior hiciera de barrera para que los dientes no acaben saliendo disparados de la boca. El caso es que, sin bigote, su cara es dulce, pero ese bigote…

Tiene un libro en la mano, gordo, con pastas azules, es como una Biblia de bolsillo, con sus hojas de papel de fumar y letra pequeña, junta. Si no hubiera visto el título hubiera pensado que ha sido el primer libro que ha cogido de la estantería “para quedar bien en el tren”, pero no, es un libro de leyes, de derecho administrativo o algo así.

Después de entretenerse con un periódico gratuito, de esos que te estampan a la entrada de las estaciones a primeras horas de la mañana, abre el libro por una página, accidentalmente, como cuando se abre un libro de citas para ver si te iluminan el día. No sé si es esa su intención, pero una frase tipo “Si el recurso se hubiera interpuesto ante el órgano que dictó el acto impugnado…” te tiene que dejar un cuerpo…

Entonces comprendí su gesto duro y su mirada de hombre inquieto parapetada por un bigote que le convierte en un hombre-ratón. Leer eso todos los días debe corromper el alma de cualquiera.

Hemos llegado a Nuevos Ministerios, él se baja, yo me bajo y mis ojos se entretienen en otro lugar, en otra persona.

Así, en mi ambiente social diario, me da por diseccionar al personal y analizarme como persona, darme cuenta lo equivocada que puedo estar o los juicios que puedo emitir sin más información que mis absurdas reglas sociales. Así somos un poco todos, un saco de ideas preconcebidas que nos hacen catalogar a la gente con la que nos cruzamos.


Para el chico-ratón que espero perdone mi atrevimiento.

De frágil bronce

Hace tantos años que estoy aquí que a veces pienso que soy parte de esta tierra, que nací de ella y le pertenezco. Desde mi posición veo el parque y mas allá las calles que han ido cambiando cada año. Me hago a la idea de que avanzo por ellas hasta donde abarca mi vista, allá lejos donde el mundo se acaba para mí.

Los árboles me acompañan día y noche pero no hablan, sólo susurran el orgullo de poder moverse. Me descubro envidiando sus suaves movimientos, la arrogancia a la hora de lucir sus ramas sin el manto verde cuando irremediablemente el frío llega al parque.

Lo que daría por sacudirme de encima a las palomas, pájaros grises y desconsiderados donde los haya, o hacer burla al transeúnte que me mira sin verme, o gritar al sol justiciero de verano que deje de calentarme la cabeza.

Mi quietud es parte de mi esencia, mi porte de erudito lo que trasmito, aun cuando sé que soy transparente para la mayoría de los paseantes.

Todos los días amanece y anochece en mi trozo de planeta y todos los días son distintos aunque la gente que pasa a mi lado sea la misma. El tiempo transcurre inexorable y hace que me cueste reconocer a las personas que comparten conmigo este espacio pero sé que son ellos. Todos con sus rutinas, sus paseos, sus vidas. A veces pienso que no se diferencian tanto de mí porque van con sus soledades a cuestas. Pero sí son diferentes a mí, porque son capaces de moverse, de llorar, de reír, enfadarse y además sé que no son como yo porque de repente desaparecen, no vuelven más y me doy cuenta entonces de todo el vacío del que estoy hecho.

Qué malo es estar tan solo. Si fuera como Baco, siempre tan alegre, tan divertido, tan borracho, o como Apolo, deseado y rodeado de bellezas que no paran de hablar pero que hacen compañía con sus vidas, todas sin sentido, pero complementarias. Aunque creo que se siente infeliz porque está rodeado de bellezas que nunca podrá disfrutar, ni tocar. Todos tenemos nuestra propia desdicha. En mi caso, estoy solo, con mi barba larga, mi porte mayestático, mi nombre borrado por el tiempo. Hace mucho que olvidé quien soy y el porqué estoy aquí. Antes, al inicio de mi existencia, me colocaban flores y me quedaba el orgullo de saber quién era. Pero ¿ahora? Me siento solo.

*.*.*.*.*.*.
Desde mi último pensamiento han transcurrido días, meses, años… ni sé el tiempo, pero hoy me ha despertado una mirada.

Sí, una mirada fija en mí. Toda la mañana fijos sus ojos en los míos. Qué sensación me ha invadido. Unos ojos verdes, dulces y profundos se han posado en mi cuerpo, y yo hipnotizado sin poder dejar de mirarla. Me ha hecho compañía durante un tiempo. ¡He sentido su presencia tan cerca!

Pero se ha ido.

*.*.*.*.*.*.
Creo que estamos en primavera, los pájaros están revolucionados, revolotean a mi alrededor, sus gritos se mezclan con los de los niños. O no, es el inicio del verano, cuando todo el mundo pasa a mi lado como si fuera la sangre del parque; rápida, alborotada, llena de vida. Cómo me gusta sentir la vida a mi lado.

Ella ha venido y se ha sentado en el mismo banco. Me sorprendo mirando cómo se prepara, cómo se mueve. Sin darme cuenta, parece que casi en el mismo instante que poso mi mirada en ella, está anocheciendo. Es como si todo se parara a su alrededor. Aparece y todo se ralentiza. Tiene el poder de tranquilizar el mundo imitando mi quietud. ¡Qué extraña me resulta!

*.*.*.*.*.*.
Hace días que no hago otra cosa que observarla. Cada detalle de la luz que proyecta, las risas de los niños cuando se percatan de su presencia, le echan una moneda y provocan su movimiento. ¿Puede que sea envidia lo que tengo? ¿Como la que siento por los árboles? Definitivamente no es envidia, creo que no, porque los árboles me provocan indiferencia, en cambio ella… no sé qué me provoca verla.

*.*.*.*.*.*.
Comienza a hacer frío, lo noto en mi pedestal. Va subiendo como una sombra invisible hasta llegar a mi nuca y lo noto también por la poca presencia de gente a mi alrededor.

Ella no está.

Presiento que este invierno va a ser duro.

*.*.*.*.*.*.
El invierno, mi soledad, el frío, la nieve que me cubre los ojos y que cuando se derrite me hace llorar. Es una ilusión que me hace más humano, es lo que me digo, pero no hay nadie para darse cuenta. No esta ella para acompañar mi tristeza.

*.*.*.*.*.*.
La he visto pasar a veces a mi lado parándose un momento para mirarme pero no se ha quedado. Es como si quisiera decirme con esas visitas que no se olvida de mi perenne presencia en el parque. Me sorprendo contando las veces que acude, cuando confundo a otra mujer creyendo que es ella, cuando la ausencia de todo movimiento me aturde.

Y, qué curioso, me he dado cuenta que no sé cómo es realmente, solo son sus ojos los que vienen a mí cuando la evoco. Sus ojos verdes y profundos. Y su ausencia en el banco que hay frente a mí.

*.*.*.*.*.*.
Hoy tampoco ha venido. Qué angustia sin saber de ella. ¿Dónde estará? ¿Qué estará haciendo? ¿Un amor la retiene quizá? ¿Por qué siento esto si no tengo nada dentro?

*.*.*.*.*.*.
Amaneció de nuevo en el bronce que me cubre.

La he visto. Me ha vuelto a mirar.

Esta vez no he perdido detalle de sus movimientos para verla cuando no está. No quiero perderme ninguno de sus detalles, por si vuelve a desaparecer. ¿La habrán creado para hacerme compañía? No, no puedo tener esa suerte.

Es alta, delgada, morena, con brazos largos y gestos majestuosos. La ropa pegada a su cuerpo menudo le da una apariencia de fragilidad. Sus piernas levemente posadas sobre el suelo. Toda ella es suavidad y cuando alguien se acerca comienza una danza, como para llamar la atención.

Su movimiento parece poesía.

*.*.*.*.*.*.
Pero ¿Qué me ocurre? Cuento los minutos, las horas, los días y las estaciones. Ella acude a mi lado a veces y me llena de desazón cuando descubro su ausencia. Si amanece nublado maldigo a los dioses que me hacen tan desdichado, pero si el sol me da de pleno no me doy cuenda del calor de mi cuerpo, sólo descubro lo que desde hace tiempo ha ido llenando el vacío de mi interior.

*.*.*.*.*.*.
Ha pasado el tiempo y ella aún acude a visitarme, pero ya no se coloca sus ropas ni pinta su cara. No.

Trae un cuaderno grande y se pasa las horas delante de mí, mirándome, observando cada detalle mientras garabatea en las hojas. ¿Qué hará? ¿Pintarme? Reconozco que me tiene desconcertado, pero no puedo dejar de mirarla ¡Si al menos pudiera ver mi sonrisa! Nací sin ella pero sé que la tengo porque me estremezco cuando la veo, cuando son sus labios los que me sonríen y es que creo que intuye la mía.

Qué compañía me brinda. Pero ahora me siento más solo cuando se va. Al anochecer recoge todo, se acerca a mí para despedirse. No dice nada, sólo mira mi placa, sonríe y se va. ¡Cómo me gustaría poder verla alejarse! ¡O acompañarla en su camino!

*.*.*.*.*.*.
Está sentada frente a mí, mirando mi rostro, intentado ver más allá. Quiero que ese momento no se acabe nunca. La limpieza de sus ojos, la paz de su rostro me conmueve tanto que me duele… ¡Siento dolor!

Sueño con poder descender y abrazar esa soledad que me comprende, que me ama con un amor más fuerte que yo.

Estoy viendo por primera vez sus arrugas, el temblor de sus manos, la torpeza de sus movimientos y me rompo por dentro. Es como ver un reloj de arena, y los granos deslizándose rápido, sin compasión. Quiero gritar con todas mis fuerzas que se detenga el tiempo, llorar mi rabia. Odio mi impotencia, mi vacío, mi quietud.

Y ella me sonríe, una sonrisa dulce, la última que me brinda esta bella mujer que tantos momentos me ha regalado. Sus ojos verdes antes brillantes, preciosos, profundos, ahora apagaron la luz de esta tarde de invierno. Su cuerpo yace sobre nuestro banco.

Me desgarra mi silencioso grito.

Luego… la nada.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.
“Andrés, he leído una noticia curiosa en el periódico. Parece ser que una anciana ha fallecido en el parque de Rossi esta noche. La ha encontrado el guarda y, según su versión, la pobre mujer ha debido morir por el susto que le provocó el que una estatua se desplomara a sus pies rompiéndose en mil pedazos.

Andrés ¿el bronce puede destrozarse como el cristal?”