12 de agosto de 2007

Felicidad infiel

Son las 11 de la noche de un mes de septiembre en una calle medianamente concurrida de cualquier ciudad. Nicolás se dirige con paso decidido hacia su casa. Es un hombre de cuarenta años, alto, bien parecido, pelo corto y aún abundante, trabaja en una gran empresa, en uno de esos departamentos con nombre inútil de los que se crean solo para dejar bonito el organigrama. Tiene una vida ordenada; trabajo, familia, paddle, amigos… sus rutinas le han hecho un hombre tranquilo. Le gusta su statu quo, no quiere ni pide cambios, se ha amoldado bien a su vida perfecta. Es más, se regodea con sus amigos al decir que no le afecta la crisis de los cuarenta que nunca se pondrá un piercing, ni un tatuaje, ni se echaría una amante.

Pero hoy no es el Nicolás de todos los días. Se mueve nervioso por la calle. Su mano derecha se alterna en varios movimientos que van desde agarrarse la barbilla y abrir intensamente los ojos a revolverse repetidamente el cabello mientras va rumiando frases sin sentido

He tenido que trabajar hasta tarde ¡el cabrón del jefe! Me pide un documento que necesita para una reunión que tiene mañana a primera hora ¿tu te crees?... ¿eh? ¿Susana? Eh… claro, es mi ayudante y si, se ha tenido que quedar… no Bárbara, no es lo que imaginas… de verdad… no hay nada entre nosotros… es solo sexo….

Nicolás se para en seco “¡Dios! Me pilla fijo

Reanuda su nerviosa marcha con grandes zancadas y retoma sus reflexiones.

Salí de la oficina un poco más tarde que todos los días y no te puedes creer lo que me ocurrió. Te cuento, pero algo increíble ¿eh? Me he quedado encerrado en el ascensor durante ¡3 horas! ¡No veas que agobio!... ¿Qué? ¿Con Susana?... Pues si… estaba allí… de verdad Bárbara, ha sido casualidad… Que no, no es lo que imaginas… es solo…. ¡Agg!

A su alrededor los viandantes miran asustados a ese hombre desesperado gabardina en mano que deambula por la calle diciendo frases inconexas.

¿Y si llamo a Manuel? Preparo una excusa aprovechando que anteayer fue su cumpleaños. ¡Eso es! Que vino a la oficina a buscarme para tomar unas cañas y celebrar así su cumpleaños… Si, claro Bárbara, se vino Susana con nosotros, ya sabes que se llevan muy bien. ¡Por dios! No veas fantasmas donde no los hay… Joder, claro que está buena Susana pero… en serio Bárbara, que no ha ocurrido nada importante… eh... eh… con importante quiero decir que ella no me importa como tú…. ¡MIERDA!

Se vuelve a detener, saca un pañuelo para secarse el sudor de su frente y al mirar a su izquierda se da cuenta dónde está. Se acerca al portal mientras localiza las llaves. Arrastra derrotado los pies, parece que ha decrecido 3 centímetros.

Mira Bárbara, eran las 8 de la noche y me iba a ir a casa, pero llegó Susana con esa blusa tan sexy y… follamos como locos sobre la mesa de la oficina

Tras un profundo suspiro, entra en el portal.

Se enciende la luz del descansillo del segundo piso. Nicolás intenta meter la llave en la puerta del 2º A demorándose un poco pero antes de que consiga hacerlo la puerta se abre. Al otro lado aparece una mujer de unos treinta y ocho años, guapa, el pelo moreno recogido en una coleta alta, lleva un pantalón y una camiseta dos tallas más grande de lo que necesitaría y mira a Nicolás entre asombrada y expectante.

Bárbara. Te quiero” dice claramente Nicolás manteniendo sus ojos fijos en ella.

Sin dejar de mirarle pero cambiando su expresión a una pena infinita cierra la puerta dejando a Nicolás con las llaves en la mano.

La luz del descansillo se apaga, solo se escucha un llanto quedo y un enfatizado y susurrante “mierda” prendido en la oscuridad.


9 comentarios:

AnaR dijo...

Paradójicamente, la rutina crea unos hábitos tan tiranos que es imposible encubrír los deslices...Es la moraleja que entresaco de tu relato magnífico.

Me ha encantado.

Un abrazo

S.Grazalema dijo...

uf, qué triste acaba :´( aunq en mi opnión, es un merecido final

Avellaneda dijo...

Lo escribí sin pensar en moraleja alguna aunque es cierto que cuando lo terminé se me ocurría más o menos lo mismo: Hay que dejar un hueco a la aventura, a la improvisación y si puede ser un hueco más grande que el de la rutina, mejor que mejor. Creo que nos hace más auténticos.
Un abrazo para tí tb Ana R

Avellaneda dijo...

Grazalema... como la vida misma... el happyend en pocas ocasiones ocurre ¿no crees? :o)

S.Grazalema dijo...

la verdad es q sí... aunq yo x lo mens intent q mis variadas historias en la vida diaria acaben bien; pero no siempre se consigue! :D

Tamara dijo...

Bueno, te ha quedado soberbio el relato, Merche. Me gusta especialmente la perspectiva, la estructura y cómo vas preparando la historia ante los ojos del lector. Reconozco que también me ha entristectido el final, pero es que siempre esperamos de la vida que nos sorprenda con algún milagro...a la vuelta de alguna esquina. Genial, guapa.

Avellaneda dijo...

Gracias Tamara! quería hacer un relato como si fuera una escena cinematográfica, yo creo que se puede "ver" la desesperación de Nicolás, su nerviosismo, creo que me falta describirlo más físicamente pero me salió así... Me gusta que te guste!!! :-)
Y si, la vida nos sorprende pero raramente con milagros...
Un beso

AnaR dijo...

Siempre dejamos algo nuestro , ya sea sentido o vivido en cada escrito .Algo de haber y de hubiere , de intuición y de aquello captado en nuestro entorno o ...imaginación.Que haberla hayla , un poco...

Viene a colación por lo leido aqui, nuevamente y tu bellisimo comentario en mi post.

Gracias .Un abrazo

SOLOYO dijo...

El relato es magnífico realmente pero a mi lo que más pena me da es él. Alguien incapaz de mentir sobre un desliz es alguien que realmente se arrepiente...