12 de marzo de 2009

Veleidades estéticas

A mal tiempo buena cara, eso dice la sabiduría popular ¿no? Alguna vez hay que hacer caso a los dichos de los abuelos así que ayer ni corta ni perezosa decidí, por fin, ir a la peluquería.

Los cambios de look no ayudan a digerir la vida pero bueno, te hacen afrontarla con un nuevo color o corte de pelo que algo hará, digo yo.

En el campo de las peluquerías confieso que no soy fiel, quizá tenga querencia por una u otra pero siempre hay un día en que les pongo los cuernos con alguna cadena corte estándar que me deja apañada por unos pocos eurillos. Eso cuando entro, que me cuesta meses de pelo anárquico y lacio y puntas cada vez más abiertas dicho sea de paso.

Ayer resolví regresar a la peluquería de mi barrio. Hacía mucho que no entraba, exactamente unos dos años según me informó la peluquera. Sabía que el local cambiaba de nombre pero no que lo hacía de decoración. Me encontré con un espacio minimalista con paredes altas pintadas con una especie estucado de “aquí vamos a hacer unos circulitos y en esta nos limpiamos las manos con arte”.

Según llegué me recibieron con sonrisas, me quitaron la chaqueta y me dieron una bata negra corte japonés acorde con el hilo musical. Nada de M80 o KissFM. Ahí ya me quedé un poco parada ante tanta atención y detalle, pero una vez dentro ya no había vuelta atrás

Me atendieron enseguida preguntándome qué es lo que me quería hacer “¿Puedo elegir? Pues quisiera la cara y el pelo de Jennifer Aniston –pensé- que ya sé que en cuanto a cuerpo no hacen milagros” pero me dejé de chorradas interiores para decirle que quería teñirme y cortarme el pelo.

Con esa frase fui lo suficientemente concisa y clara porque a los cinco minutos ya tenía a la empleada con el mejunje espeso preparado (¡qué eficiencia madre!) y dejándome con un recogido pastoso frente al espejo.

A las mujeres pocas cosas les pueden dar vergüenza a estas alturas ¿no creéis? No hay cosa más espeluznante que ver a una mujer con los rulos, o con el tinte y, lo que es peor, ¡con las mechas! Que estás tu toda mona con el pelo estropajoso y lleno de papel de plata. Y si ya te ponen bajo esos aparatos como radiadores de barra (Infrazon Trak parece que se llama ¿?¿?¿?) como un pollo en el asador… lo que digo, muy mona.

La cosa ya no es solo eso, si no que últimamente toda peluquería que se precie de moderna, tiene unas enormes cristaleras que dan a esa calle bien situada, tan bien situada que no deja de pasar gente. Que digo yo que ya podrían ser cristales tintados como los que les ponen a los políticos en los coches. Que bastante tiene una que sufrir como para que encima seas el hazmerreír de los transeúntes. Más que una peluquería debería llamarse la tienda de los horrores.

Menos mal que esa moda de escaparate no se lleva en los centros de esteticien que no me extrañaría, total ¿qué más da? Si te ven con un cardado ¿porqué no te van a poder ver haciéndote las ingles?

Mientras pensaba eso, el tinte picaba como un demonio, de esos picores irritantes y molestos con el agravante de que no te puedes rascar a gusto. Ya podrían darte una aguja de hacer punto para poder aliviarte un poco. Aunque claro, queda un poco mal frente a los transeúntes…

La peluquera, que era muy simpática pero que la hacía mejor en un puesto de venta de verduras que en un sitio tan fino, me ofreció por este orden: ¿Un café? No gracias, ¿un zumo? No gracias, ¿Una revista si verdad? No gracias. Se alejó con esa cara que decía “que no se me note que esta tía me parece muy rara”. Solo me apetecía ver pasar el tiempo mientras los picores me mataban, además cuando veo revistas del corazón solo me suenan las recetas del Arguiñano.

El caso es que, a partir de ese momento en mi cabeza comenzó a oírse un ruidito que me costó reconocer. Sonido que volvió a regresar y que identifiqué cuando otra de las peluqueras se acercó y me ofreció de nuevo: ¿Un café? (ruido de caja registradora) No gracias, ¿Un zumo? (ruido de caja registradora) no gracias, ¿Una revista? (ruido de caja registradora) No gracias.

Tenía mi tarjeta de crédito, no había problema pero sabía que la decisión de cambiar de look para encarar los nuevos tiempos me iba a salir un poco cara.

Estaba arrepintiéndome para mis adentros de no haber consultado antes los precios cuando, esta vez, el dueño de la peluquería se acercó con una gran sonrisa y volvió a ofrecerme la amplia carta gastronomico-lúdica de la peluquería. Mi abuelo siempre me enseñó que cuando te ofrecen algo debes negarte 2 veces y a la tercera decir que sí, así que me pedí un cafelitoconlechegracias.

Un rato después, largo os lo puedo asegurar, la peluquera que me estaba atendiendo pensó que ya tenía suficiente suplicio y me llevó hacia las lavacabezas, potro de tortura donde los haya. No me digáis que no, por muy repantigada que te pongas con lo poco fino que es eso, siempre te clavas el lavabo en la nuca.

Me estaba colocando para evitar la contractura y sentí que mis pies se alzaban quedándome medio tumbada. ¡Qué sorpresa! ¡¡Un asiento reclinable!! (ruido de caja registradora). Bueno, era un puntazo, la primera vez que estaba cómoda en un lavacabezas.

El ritual para lavar la cabeza merece un capítulo aparte. Es el momento estrella de la peluquería, donde las trabajadoras se dedican a conciencia. Aplican el champú y comienzan a frotar tu cuero cabelludo como si les fuera la vida en ello. A mi me venía genial por los picores que os comentaba pero no sé como lo hacen que siempre frotan justo alrededor de la zona donde más te pica, como cuando le pido a mi madre que me rasque la espalda “ahí no, mamá, un poco más arriba, no, a la derecha, no tantoooo, un poco más abajo siiiiiiiiii ahíiiiiiii ahiiiiiiiiii!”.

Efectivamente, donde estaba, esas indicaciones no eran procedentes.

Así que me abandoné a las sensaciones del frota frota y del súpermasaje que me regaló esa bendita mujer. Cerré los ojos y disfruté del momento tanto que a la pregunta de "¿Le echo mascarilla especial para pelo teñido con aceite de Aloe y hierbas del campo de Zambia?" No pude negarme (ruido de caja registradora).

Entendía perfectamente a Isabel Presley, estos momentos son regalos para los sentidos,. Ya ves lo probe que es una que se conforma con unos masajitos y mimos en la cabeza por un quítame de ahí esos euros.

El resto os podéis imaginar, mi pelo cortado cayendo a diestro y siniestro, pequeños pelillos pegados a la cara y el cuello (con sus futuros picores pronosticados), el secador de pelo y el rodillo; tirar y alisar, tirar y alisar mientras ejercitas los músculos del cuello para que la cabeza no vaya detrás del rodillo… vamos lo normal.

Muy bien, habían pasado dos horas de todo tipo de sensaciones y el resultado era aceptable, el espejo me devolvía una imagen maqueada. Cuando me iba a levantar a abonar el resultado de tanto sonidito mental me dijo “Espere un momento por favor” (debo ir más a la peluquería porque todo me pilla de sorpresa). Regresó al rato con maquillaje que yo pensé “¿me está queriendo decir que estas ojeras y cara pálida no va con el peinado o que necesito tapa poros como el comer?” pero ya me había rendido a los encantos de la belleza y le dejé hacer.

Monísima de la muerte si… lo veía en la cara de satisfacción de mi peluquera así que con el caminar de una mujer un poco más guapa me acerqué a la caja a abonar esas dos horas de sesión un tanto masoquista.

No, no voy a decir lo que me costó, es poco elegante. Solo diré que ahora entiendo porqué mis incursiones en esa peluquería son cada dos años...


14 comentarios:

Avellaneda dijo...

Me apetecía sacar la gansa que llevo dentro... a veces la risa es el mejor bálsamo! Esta es mi manera de opositar para el club de la comedia :-)

EL INSTIGADOR dijo...

JEJE, ya llega la primavera. La peluquería, ese sitio donde todo te va a quedar fantástico. Pues yo si voy a decir lo que pago por cortarme el pelo. 16 pavos al cabrón de mi vecino que de tantas cañitas por medio, nos hemos hecho amigos. Ya le digo. ¡Cómo te pasas, mamón! pero cualquiera se va a la competencia. Todo el día viéndole la jeta no me compensa.

Estarás guapísima. Clink (Me debes un café por el piropo)

Besos

Basquiat dijo...

fantástico, te juro que he alucinado que estabamos tomando un café mientras me lo ibas contando, divertidisimo!!!.
más allá de todos los artilugios publicitarios con los que nos endilgan, eso de sentirse bien, finalmente aminora el escozor de todo gasto.
un fuerte abrazo amiga.

Avellaneda dijo...

Juer pues si que te cobra tu peluquero Instigador! Los hombres pasais menos tiempo que nosotras en las peluquerías pero mira, el otro día había un tío con una melena más larga que la mia, imagino que tb le llevarían un ojo de la cara

Basquiat pues precisamente con ese cafelito lo estaba contando-escribiendo jeje y tienes razón, darse un gusto a veces aminora el dolor de soltar la pasta :)

raindrop dijo...

jajaj y me pones la foto del león :P
¿y la tuya? Que estas cosas hay que contarlas "audiovisualmente" jeje (aún no sé ni de qué color te has puesto)

Weno, yo llevo desertando de las pelus tropecientos meses ya (antes iba una vez por mes, má-o-meno)... Mi amigo el peluquero, con quien coincido en el gimnasio algunas veces, no deja de mirarme pa'l'azotea y a mí eso me pone nerviosísimo...
Jopé es que estoy probando a ver qué tal me queda el pelo algo más largo, pero el muy pugnetero no crece demasiado, sólo lo justito para molestar.

Oye, siempre me ha hecho gracia que ofrezcan cosas cuando te cortan el pelo. Es como si te quisieran poner un chupete:
-Hale, tome la revistita ésta, a ver si le deja de funcionar la mollera durante un ratito (y así no molesta).
jaja ¡cómo me revienta!

Lo que me he reído con esto que nos cuentas :D

besos

Anónimo dijo...

¡¡RAMB, RAMB!! ya nos contarás en dos años más...
Misión cumplida...
Bss.M.

Sib dijo...

Asi es,totalmente cierto... y genial eso de que cuantas más cositas te ponen o te quitan, en nuestras cabezas resuenan los tambores de Calanda en "el romper" recordándonos el palazo que nos van a dar en la cartera y en la sensatez...
Pero quién dijo que tenemos de eso? hay algo mejor que ser una insensata absoluta en algunos momentos?...
Yo en la pelu odio que me hablen me gusta disfrutar de manera masoca de esos tirones de pelo fantásticos, del masaje que como dices nunca da en diana e incluso de los picores horribilus del tinte ;)...
Besos compañera.

Tormenta. dijo...

Nena, pero que bien lo contaste todo.. de verdad!.
Justo fui yo ayer a la peluquería hacerme eso que dices tú ..si si las mechas con papel plata jajajaj, pero por hacerme eso tengo que ir cada dos meses, y es verdad que el tinte pica, y mucho por eso me pasé a mechas, y porque como le dije a la peluquera engancha, cuanto más rubia estás maás quieres! pero lo he pasado genial leyendo el post y es verdad, es que sucede tal y como lo cuentas..
yo antes de ir ya sé con que precios me voy a encontrar,pero ... la primera vez que no tenía ni idea.. casi me da un mareo cuando con una sonrisa me dieron el precio!jajajja.. pero bueno, como decía mi abuela, que para presumir hay que sufrir, y esto..ya no solo es cosa de mujeres..que los hombres hoy en dia ya se lanzan hacerse mas cosillas.
Lo del escaparatte que dijiste es verdad, en mi tierra, cada vez hay mas peluquerias con grandes ventanas que dan a la calle ytodo el mundo puede ver..eso si que me da cosilla, un poco de mal gusto la verdad..
lo dicho fue genial! jaja.
Y bien guapa que quedarías, faltó la foto nena!!!jijiji.

Besos guapa!.

Avellaneda dijo...

No, no, ¿mi foto? Quita, quita…mejor el león que ha quedado muy majo en la foto :-)
Entiendo tu reticencia en ir a la peluquería Raindrop aunque con los hombres ocurre lo contrario que con las mujeres, en algunas peluquerías parece que están intentando batir el record en rapidez en el corte de pelo. Bss (ah, y el pelo está rojo rojo)

Ays Marcela cómo echaba de menos tu RAMB!!! :-), en dos años unos meses arriba u abajo ya te contaré qué tal… igual en esa me rapo! Besos guapa


SIB, la insensatez en la peluquería se paga cara pero sienta bien jeje. Y mira, tampoco me gusta que me hablen en la peluquería porque, entre que estoy un tanto teniente y el ruido de los secadores parezco idiota preguntando todo el rato ein? Qué dices? o asintiendo a cosas con las que, seguro, no estoy de acuerdo.

Pues yo lo de las mechas no lo entiendo muy bien, la verdad… quizá porque nunca me he puesto, es que de rubia no me veo pero tienes razón en cuanto a lo de que engancha. ¡¡Cuidado Tormenta!! jee Y en cuanto a la foto… pues lo que le digo a Raindrop el león ha quedao más guapo que yo :-p. Un beso grande

PIZARR dijo...

Me he reido leyendo tu aventura peluqueril, pero es real como la vida misma.

Es de esos lugares a los que acudo todas las semanas por obligación para secarme el pelo con secador de mano porque soy una inutil yo con ese aparatejo.

Lo demás lo obligado, cuando me crece por encima de los límites y poco más, porque soy ante mechas, anti colores y anti todo lo que no sea natural.

Sin embargo soy una enamorada de los masajes, drenajes y todas sus variantes.

Un beso

Anónimo dijo...

¡Muy bien!, el sentido del humor que no falte nunca.
Es curioso, cuando cambiais de peluquería, normalmente decís: ¡qué bien me lo han dejado esta vez! Me parece que ya he encontrado peluquera para rato. Como mucho, dos veces más :)

Un día me preguntó, era peluquera: ¿Como lo hacemos? Yo calvo, con cuatro pelos mal puestos, le digo: ¡déjamelo como a ese!
El tal ese era un chico jovén con un pelo que no veas :)

Aquí en Zaragoza, en lo más chic, hay una peluquería de nombre. "Ponte guapa" No se como con ese nombre, puede ir alguien jajaja
¡Ah...! y una tienda de vestidos de novia de nombre: "Hasta que la muerte nos separe". Verídico :)

Un abrazo

Un abrazo

Avellaneda dijo...

¿Todas las semanas a la peluquería Pizarr? yo no podría, es que me aburro mucho entre que no oigo y que las horas pasan muy lentas... pero confieso que el mundo de las peluquerías es un microcosmos interesante :-). Un beso

"Hasta que la muerte os separe"? madre mía, vaya valor los de la tienda para poner ese nombre!! estos faltaron a todas las clases de técnicas de marketing ¿no? uff. Mira me has recordado que el cementerio de Bilbao que está en mi pueblo se llama Vista alegre, ya ves... ironías de la vida jeje.
En cuanto al cambio de peluquería Julio tienes razón, aunque no creas que siempre salimos como queremos que cuantas veces me he ido corriendo a casa para lavarme y quitarme esssse peinado casco que dejan siempre! Un beso majo.

Tamara dijo...

Muy bueno, aunque puestos a pedir, mejor la cara de Charlize Theron que de la Aniston...:-D
Que no sabía yo que por el barrio teníamos esos lujos, ¿eh? Mi relación con las peluquerías son tensas, nunca salgo contenta, pero hay que reconocer que es toda una experiencia, sobre todo si está tan bien contada...
Un beso grande.

Avellaneda dijo...

Tamara es la misma peluquería de siempre, con casi los mismos trabajadores de siempre pero con una cirujía estética hecha. A mi lo que no me suele gustar es como te peinan así que yo ya les digo que no me apliquen rodillo que les temo!

Ya estás avisada, si vas prepara la cartera y, por cierto, me invitarán a la inauguración ¿te apuntas? porque promete ser un momentaaaaaazo!!
Bss