23 de marzo de 2014

Llámalo posibilidad





La rabia se acumula
cuando el desprecio
campa a sus anchas
desvirtuando la realidad,
cuando la injusticia avanza
a través de las obligaciones
que nos atan,
cuando la indiferencia,
el descrédito,
justifica un silencio
utilizado como defensa.
Se usa el arma del miedo
a perder un statu quo desigual.

El horizonte
no se ve como posibilidad
al estar empeñados
en apuntalar
nuestro frágil camino.


Los días son curvas peligrosas
que rayan el abismo
cuando los plazos nos ahogan
atenazando
cualquier opción de cambio.


Los sueños nos parecen
posibilidades inasequibles
que nos oprimen
dejando una sensación
de desasosiego perpetuo.


Es el momento
de abrir los ojos
más que nunca
bien abiertos
sin pestañear
hasta que las lágrimas salgan
para proteger nuestra córnea
dura, transparente, objetiva.

Destapar los oídos
para que escuchen
sin artificios.

Abrir la boca
con conciencia
con razón
para matar a ese silencio soterrado
asesinar al miedo
que anula sueños.


El miedo,
primo hermano de la indiferencia,
yerno de la manipulación,
hermano político del silencio,
sobrino del descrédito,
no puede cegarnos.


Abriendo ojos, oídos, boca
nos convertimos en proyectiles
que avanzan

rumbo a nuestro propio horizonte
ese que compartimos y merecemos.



Avanzar,
evitar morir
al borde de los sueños
con la sensación
de haber perdido

una partida
que ni siquiera habíamos jugado.