Soy la que necesita versionarse, necesita sentir, derrumbarse, alzar la voz, gritar, llorar, volver al silencio, doblar la vida para que quepa en la esquina de mi mochila.
Avanzar por caminos circulares, reconocer lugares comunes en
los que reaparezcan ausencias.
No abusar del recuerdo, avanzar también por caminos nuevos
transitados por otros en pasados desconocidos.
No busco trascender, busco sentir, busco que lo que ocurre
me acaricie, me transforme, me desbarate, me ayude a recoger todos mis pedazos.
No quiero engañarme, también necesito morir a ratos, sentir
que la tristeza ensarta mi energía en el panel de lo no hecho.
Soy también la que deja que la inercia la retrate, la que va ciega
por un mundo que se oscurece como si no fuera con ella, lo que ocurre todos los
días impares.
También soy la que se revuelve con todo lo que se retuerce y
apesta a insolidario, inhumano, doloroso, inhábil.
Es por todo esto y mucho más que necesito ser espita que
descargue todo el dolor que me ulcera el alma.

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