Dedicado a esos amigos que me llamaron “mayor"
Hace calor hoy.
Extraño otoño éste
que nos regala días de lluvia
y otros de verano engañoso.
Abro mi congelador
para sacar de su envoltorio azul
mi fresca recompensa
ese sabor suave,
no muy dulce
entre 2 galletas.
Recuerdo cada situación
en la que mis labios
han saboreado la blancura fresca,
mi lengua ha recorrido su contorno,
mis dedos se han pintado
de un marrón afable.
Terminaba mi helado de nata
relamía mi disfrute
acabando por chupar mis dedos
para quitar el resto de pasta blanda.
Fue el helado de mi infancia
que aún me acompaña
como todo lo bueno
como el recuerdo terco.
No es afán de no cambiar,
es necesidad de recrear
las buenas ocasiones.
Hay otros helados,
otros sabores
pero el sándwich de nata
pertenece a una esencia inquebrantable.
Pido desde aquí
de ésta manera jocosa
que se unan a mí
los que disfruten
de este dulce supremo,
nuevos adeptos a mi club
de mayores defensores
del placer blanco, sencillo
entre dos blandas galletas.
