En esta época de inauguraciones y cierres de obras a todo correr, de grandes, largas, pesadas y costosas campañas electorales que nos ha tocado vivir, las "mejoras" han llegado a Villaverde. Como si de una inauguración de pantano se tratase, Espe y Galla han venido una vez más al barrio, esta vez en metro, con todo el bombo y boato.
La calle llena de gente, los vecinos celebrándo una lucha de años que por fin ha sido real. Fiesta, paella, juegos, y … actuaciones. Hemos tenido encima del escenario, al lado del Carrefour de
Si, he de confesarlo, era una de las 4500 personas que fue a escucharla y digo escucharla porque solo pude ver su peineta. No voy a justificar mi presencia allí, fue una experiencia vital que debía pasar para decidir no volver a tenerla. Allí estaba, viendo a tanta gente que se agolpaba mirando hacia el escenario.
Con una puntualidad británica, los compases de una orquesta iniciaron un pasodoble patrio, “Francisco alegre”… se oía la voz poderosa de
Rondaban por allí unas gitanas adolescentes. Pelo negro largo, brillantes blusas, sus mejores galas, modernas y tradicionales a la vez y… una boca…"¡Ay Mari! Pero si no se la ve naaaa, espera que subo aquí arriba ¡pero que guapa! ¡Qué tiene la zarzamora lloooooora que llooooora por los rincones! ¡Shosho que guapaaa!”. Eso sí que me puso los pelos como escarpias. Creo que fue en ese momento en el que el público jaleaba con una sola voz “I-sa-bel, I-sa-bel, I-sa-bel”..
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Villaverde tiene su metro y mantiene con sus contradicciones. Es el barrio en el que vivo, donde puedes ver jeringuillas de camino a la estación, un coche totalmente calcinado puede convivir meses al lado de un parque infantil y un local de jubilados, donde las mujeres van al Día y compran
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