El barco hace aguas por la popa que no sabe ni dónde está. Sabe que hace aguas porque sus ojos están llenos de lágrimas.
Está perdido en medio de su propio océano. La brújula testaruda no aparece, ni la busca. Siente que su rumbo es errático, una trayectoria de círculos concéntricos.
De ahí su mareo existencial.
Lanza una mirada al horizonte para, después, desistir de remar con un solo brazo.
Sueña en la noche con alinear las estrellas y dibujar una flecha que le guíe.
Es iluso hasta en la desesperanza. El destino o su propio rumbo sienten compasión.
Brota la brisa de la determinación ignorada y su nave avanza hacia algún puerto que le acogerá sin preguntas.
Da las gracias a la planificación humana,
a la predestinación celestial,
a la verdad absoluta,
a los millones de mentiras,
a los cientos de frases de ayuda,
a los ánimos ocultos en palmaditas,
a los gritos enmudecidos de rabias contenidas,
a los momentos y tensiones sin gestionar,
a las soledades concurridas,
a los desencuentros,
a los abrazos,
a los besos,
a las compañías,
a las soledades,
a los ánimos,
a los corajes,
a los inicios,
a los finales,
a los errores cíclicos,
a los aciertos casuales…
Da las gracias a todos ellos cuando besa la madera de su puerto por las canas, arrugas, cicatrices pero sobre todo por esas sonrisas y confianzas.
Piensa que ese puerto es el definitivo cayendo de nuevo en una ilusión de final.
Descansa cuerpo, descansa mente, la calma es propicia, la fuerza acumulable.
Todo es necesario para soportar unas tormentas más.
Ilustración de Liniers
2 comentarios:
Nunca encuentro las palabras para explicar lo bien que plasmas las palabras en papel ...el sentimiento que me generea leerlo, pero que sepas que me ha encantado...
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